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Robin Hood y sus hombres felices

La leyenda de Robin Hood

Un día Robin estaba en el bosque, con su arco y su carcaj. Le disparó a un pájaro para cocinar en el almuerzo y luego se dirigió a su casa cruzando el río. En el viejo puente se encontraba un hombre enorme, paradójicamente se llama Little John y no dejaría que Robin cruzara: anhelaba jugar un juego.

Lucharon entre sí con enormes palos y nuestro héroe cayó al arroyo. Juan lo ayudó a salir del agua y le anunció con una gran sonrisa: ¡Juntos seríamos un gran  equipo! Robin Hood aceptó con gusto y se marcharon como un par: uno con su arco y con su flecha; Little John fuerte como un oso.

Con los años muchos se unieron a ellos: en el bosque hicieron su guarida Will Scarlett, Munch y Alan A’Dale. Robin siempre los llamó sus hombres felices. Un día un entrenador incursionó en el bosque y los hombres vieron la oportunidad de divertirse. «Somos forajidos; danos tu oro», gritaron. Y un niño comenzó a correr. Robin lo persiguió y lo atrapó, quitándole el sombrero. Pero nuestro héroe se dio cuenta que no era un niño, sino una muchacha y muy bonita.

Se llamaba Maid Marion y peleó bastante. Robin pensó que ella era genial; fue una especie de amor a primera vista. «Me gusta tu actitud, tienes ritmo y algo más. Quiero que te unas a mí y a mis muchachos, y que seas feliz a mi lado.

Con el tiempo Marion y Hood fueron a casarse, pero el obispo no quiso realizar la ceremonia. «Un mocoso como tú no puede venir a este recinto sagrado: eres sucio, común y maloliente». En el camino a la casa se encontraron con un monje parado junto a un arroyo. Le dijo que no pasarían. Parecía otro desafío.

Se llamaba fraile Tuck y les pidió un enigma o dos. Por supuesto, Robin obtuvo las respuestas correctas y se echó a reír con carcajadas muy estruendosas. «Soy más inteligente que tú».

Tuck llevó a Robin al otro lado del arroyo, pero lo dejó caer y éste se mojó. Marion se río y anunció que el monje era el hombre más alegre hasta el momento. El héroe forajido, mientras lo llevaban, había tenido una buena idea. Este monje podía hacer la boda. Robin Hood y su amada, entonces, se casaron.

Y aunque ahora es el momento de dejar a nuestros nuevos amigos, no temas, ya que no es el final de la historia. Mientras la gente ame leer un buen cuento, el nombre Robin Hood resonará en la gloria.