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Leyenda del rey Midas

La Leyenda del Rey Midas y el oro

Cuenta una historia que un día el rey Midas, caminando, se cruzó con el dios Dioniso. La joven deidad le anunció que anhelaba discutir algo con él. «Escuché que eres un buen rey, adorado. Por lo que me gustaría darte una recompensa especial. Es una forma de decir gracias a un monarca tan decente, y honorable: voy a concederte un deseo; puedes desear cualquier cosa», anunció Dioniso.

El rey estaba sumamente extasiado, emocionado. «Bueno, muchas gracias. Me gustaría convertir en oro todo lo que toco», respondió de modo seguro. «Está bien; será como tú dices», afirmó la divinidad y se separaron en forma inmediata.

Al poco tiempo el rey Midas divisó una flor morada  y pensó que sería una manera de poner a prueba su nuevo poder. Emocionado, extendió su mano, la tocó y el resultado fue que la flor se volvió en oro macizo. Feliz hizo lo mismo con un árbol, una roca, una rama y todo se transformó con rapidez en tan noble material. El monarca apenas podía creerlo; su grandioso anhelo era realidad. Siguió haciendo lo mismo en su palacio con algunos muebles y le pareció muy divertido.

Sintiéndose hambriento, consiguió algo de comida y puso la tetera. Naturalmente, estas cosas también se convirtieron en oro. «Oh, maldición», dijo y agregó:»creo que necesito descansar un poco». Se recostó en la cama y el resultado fue el mismo: el colchón se convirtió en el metal precioso tan pronto como el rey apoyó su cuerpo. «Un colchón de oro no es para nada cómodo», pensó con el ceño fruncido.

«Con todo este oro seguramente soy el más rico de todo los seres de la tierra; pero no puedo comer ni dormir. Eso no puede ser saludable», se exhortó el monarca. Justo en ese momento entró a la habitación Zoe, la hija menor del rey. La pequeña corrió hacia su padre y lo besó antes de que él pudiera impedirlo.

El rey jadeó de tristeza y desesperación, porque su retoño se había convertido en una estatura de oro. Gimiendo imploró clemencia a los dioses y que salvaran a su hija. Dioniso apareció e hizo todo como era antes. La moraleja del cuento es obvia: debes tener cuidado con lo que deseas.