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El mito del minotauro

La leyenda griega del minotauro

Había una vez un Rey llamado Minos, quien gobernaba la isla de Creta. Era un rey verdaderamente malo y cruel, como nunca antes se había visto en la historia. Minos tenía un monstruo como mascota, un humanoide con cabeza de toro. A esta criatura le gustaba comer gente; su hambre no tenía límites. El monstruo aterrador tenía un nombre: era conocido como el Minotauro. Contaba con dientes afilados que podían moderte, y grandes cuernos afilados con los cuales podía atacar.

¿Dónde vivía el Minotauro? Lo hacía en un laberinto, uno de dimensiones enormes con largos corredores. El rey Minos lo mantuvo encerrado en esos aposentos, detrás de grandes y fuertes puertas de robles. De vez en cuando, de todos modos, el monarca le daba un regalo a la criatura: poner a algunas personas en el laberinto para que se las comiera.

Un día un héroe, llamado Teseo, muy valiente, decidió culminar con los asesinatos y se le ocurrió un plan. Ofreció ser sacrificado al monstruo con cabeza de toro, pero no para ser masacrado, ya que su plan era matarlo en ese sitio. La hija de Minos, Ariadna, pensó en lo admirable del plan del héroe, por lo que para ayudarlo a tener éxito le dio una gran bola de lana. La muchacha le advirtió que dejara salir la lana detrás de él, mientras exploraba, porque de esa manera hallaría el camino de regreso. También la princesa le proveyó una espada.

Finalmente Teseo encontró al Minotauro, que al verlo manifestó su furia con un llamativo bramido. Teseo no tenía miedo; el coraje bañaba su cuerpo. El monstruo bajo los cuernos y cargó contra el hombre. El héroe saltó a un lado, apuñaló de manera eficaz a la criatura y ésta cayó, muriendo luego de probar el filo de la espada.

Siguiendo el hilo de Ariadna el héroe, de formidable fuerza y valentía, pudo salir del confuso laberinto. Desde esa epopeya, nadie más volvió a ser comido por el Minotauro.