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Las 7 Leyendas Venezolanas más populares

Las leyendas son relatos fantásticos, con sucesos variados y a veces hasta enseñanzas, que pasan de generación en generación, sobre todo a partir de un mecanismo tan antiguo como la oralidad. A continuación, por lo tanto, presentamos 7 leyendas asombrosas venezolanas. 

Las 7 Leyendas Venezolanas más populares para compartir

La Sayona

La historia de la Sayona es posiblemente la más popular de toda Venezuela. Pero antes de ser la protagonista espectral de una leyenda, tenía un nombre llamado Melisa, una mujer joven y bella que felizmente estaba casada con su marido y contaban con un pequeño bebé de nueve meses. La mujer acostumbraba bañarse en un río, siempre mirada por un hombre con intenciones dudosas. Un día la muchacha se percató del acosador y le preguntó a esa persona por qué lo espiaba. El hombre, como no sabía qué respuesta dar, simplemente, mintió: era para advertirle, supuestamente, que su marido le era infiel con su propia madre. Melisa lo creyó de inmediato, y sumida en un rapto de locura incendió su hogar con su marido y criatura adentro. El acto siguiente, no completa la cacería, fue dirigirse al hogar de su progenitora. Ésta le dijo que semejante relato no era cierto, pero Melisa de todas maneras la mató. Sin embargo, en sus últimos alientos la madre exclamó: «jamás te mentí y tú cometiste el peor pecado, por lo que yo te condeno, sayona».

La palabra sayona alude a un atuendo, una suerte de bata blanca que usa la mujer. A partir de ese maleficio, Melisa se convirtió en la Sayona, un alma en pena, un espectro endemoniado que seduce sobre todo a los hombres mujeriegos y luego los mata(o por lo menos les da el susto de sus vidas) al transformarse en un espantajo de afilados dientes o un animal.

El Silbón

Los llanos venezolanos tienen un sinnúmero de historias y leyendas que históricamente han cautivado a la multitud. Una de ellas es, sin lugar a dudas, El Silbón, también una suerte de espectro, castigado eternamente y con un aspecto temible. Sin embargo, esto no fue siempre así: en el pasado, quien sería un maldecido como El Silbón, era un joven sumamente malcriado y violento, quien le insistía a su padre cazar un venado para comer sus vísceras. Finalmente, un buen día, el padre sale de cacería, pero al tardar mucho tiempo, el muchacho salió en su búsqueda. Al darse cuenta éste último que no había cazado nada, lo mató y lo destripó, llevándose sus vísceras a la casa. Entregó las tripas a su madre y ella al darse cuenta que no se ablandaban, comenzó a sospechar. El hijo, de todos modos, terminó confesando el asesinato. El resultado fue el siguiente: la progenitora lo maldijo, su hermano lo mandó a azotar (en otras variantes, es un abuelo) y le arrojó picante en las heridas.

Esta alma maldecida por la eternidad tiene la apariencia de una persona muy delgada y sumamente alta, con vestiduras rasgadas y un silbido clásico que anuncia su presencia a través de una espacialidad extraña: cuando se lo escucha cerca está lejos y cuando se lo percibe lejos está cerca. El Silbón, asimismo, cuenta con una suerte de alforja, en donde están las osamentas de sus víctimas. Al aparecerse, golpea a sus víctimas y las aterroriza, muchas veces hasta la muerte.

El Hachador perdido

Había una vez un leñador que, curiosamente, quería trabajar en su propio féretro, para lo cual decidió buscar madera al monte. Sin embargo, tomó semejante decisión un Viernes Santo y al momento de cortar el árbol, el primero de todos, Dios lo fulminó ¿El castigo? El hachador fue castigado a vagar eternamente por los bosques, atacando a aquellos cazadores que impunemente se internan en esos sitios para dañar animales y cualquier clase de planta.

Esta es una suerte de leyenda antigua de Venezuela que no solo apoya el cuidado del medio ambiente, la importancia de su mantenimiento, sino también de los peligros que pueden ocurrir de noche en montes o bosques.

María Lionza

Cuenta la leyenda que Yara, la hija de un cacique poderoso, nació con unos bellos ojos verde agua. El Chamán de la tribu, ante semejante prodigio físico, anunció que debía ser sacrificada ante la gran anaconda, ya que de lo contrario acarrearía una perdición para el pueblo. Su padre fue incapaz de hacerlo y la escondió en una cueva, custodiada por guardianes, de la cual no podía salir ni mucho menos reflejarse en cualquier tipo de espejo de agua. Sin embargo, un día una extraña fuerza emergió y sometió a quienes cuidaban de la pequeña a un sueño profundo. La pequeña salió, se vio en el reflejo del lago y quedó encantada por lo que veía. Anaconada, que no solo era una criatura, sino también un dios, salió, se enamoró de la doncella y la tomó para sí.

El padre, cacique, intentó separarlos, pero la anaconda se enojó y causó una inundación tan grande que puso fin a la misma aldea. Desde entonces, de todos modos, la muchacha se convirtió en la protectora de las aguas, la naturaleza y el amor. Con la llegada del catolicismo a tierras americanas, Yara se convirtió en María de la Onza del Prado de Talavera de Nivar, es decir, María Lionza. 

La mujer mula

Es una historia la de la mujer mula que se remonta a 1815, momento en que una anciana, necesitada, acude a un restaurante caraqueño donde trabajaba su hija. Esta, despiadada, le negó la comida y la echó del lugar. La señora, sin embargo, en el camino, llena de desazón y necesidad, encontró a un hombre, quien le obsequió una moneda con la cruz de San Andrés en el sello. Éste le anunció que regresara, que pagara con la moneda y que exclamara estas simples palabras:»quédate con el vuelto para que compres malojo». El malojo son plantas de maíz que nacen cerca y se usan para alimento de ganado.

La señora lo hizo así y acto seguido la hija se convirtió de la cintura para arriba en mula. Delante de todos los presentes lanzó coces y huyo de manera aterrada. Cuenta la leyenda que desde esa jornada se puede encontrar a la mujer mula rezando en la iglesia de Las Mercedes, toda cubierta con un manto blanquecino.

La loca de Ejido

En plena época de la guerra de independencia, en 1812, vivía en la Villa de Ejido, estado de Mérida, una joven llamada Marta quien estaba profundamente enamorada de Lorenzo, un muchacho quien había heredado de su padre hacienda y muchos bienes. Éste quiso ir a Mérida con su madre y su prometida, pero esta no podía porque su progenitora estaba muy enferma. Marta, de esa manera, insistió a Lorenzo para que no se fuera, ya que no quería sentirse sola; él hizo caso omiso, anunciándole que tenía que cumplir deberes.

El 26 de marzo de ese mismo año ocurrió un gran terremoto en Mérida y muchos edificios se vieron derrumbados. La gente pedía misericordia a Dios y asustados los sobrevivientes se agrupaban en las plazas. Marta, ante la noticia de semejante hecho, salió presurosa a Mérida. Al llegar, simplemente percibió a la madre de su adorado Lorenzo desconsolada, mirando al cielo en señal de búsqueda o de entendimiento ante la pérdida irreparable. Sí, ella estaba sobre las ruinas que aplastaban el cuerpo sin vida ya de su hijo. La reacción de Marta, la ferviente amante, fue quedar petrificada al saber de la muerte de su amado y se dice que desde esa jornada, durante todas las semanas santas, como alma en pena, recorre las calles de Mérida seguida por una buena cantidad de niños.

El encadenado de Michelena

Esta es la historia, muy conocida en Venezuela, de José, un hombre enamoradizo y mujeriego, que tenía una novia llamada María Eugenia, pero que a su vez se veía con otras mujeres del pueblo. El padre de la joven se enteró de semejante extravío y harto de los chismes buscó a José y lo mató a garrotazos. Poco después mandó a botar el cadáver sin enterrarlo. Al tiempo, en plena noche y al pasar por el lugar donde había cometido el crimen, se encontró con una figura espectral que le anunció que debería pagar por lo que había hecho. Asustado, el madre de María Eugenia, llegó a su casa, cayó desmayado y murió misteriosamente luego.

Se cuenta que los días cercanos a la muerte de José, el joven mujeriego, aparece una espectral figura que arrastra cadenas y vistiendo túnica negra en las calles de pueblo enloquece y asusta a todo el mundo.