Saltar al contenido

25 Épicas Leyendas Mexicanas cortas

México da a su gente y al mundo entero un sinnúmero de historias, leyendas dignas de contar por sus prodigios, hechos inexplicables, milagros y paranormalidad. A continuación presentamos las mejores 25 leyendas épicas mexicanas cortas. 

Las 25 leyendas cortas de México más populares

 

1. Leyenda del charro negro

El Charro provenía de una familia humilde y sus padres, aunque lo amaban profundamente, nunca pudieron cumplirle sus caprichos. Pues claro: el Charro era sumamente materialista y ambicionaba muchas cosas, a tal punto de no comer para comprarse un bello sombrero.

El paso del tiempo no modificó su pobreza y con la muerte de sus padres al Charro no se lo ocurrió más que una cosa: pedir ayuda al Diablo. Lucifer apareció e inmediatamente escrutó el espíritu del peticionante: lo llenó de dinero, pero le pidió como condición su alma.

El Charro, sin pensarlo mucho, pasó esos años lleno de dinero, mujeres, fiestas y cualquier cosa que quisiera la obtenía en un santiamén. Con el tiempo se quedó solo y olvidó una gran cosa: su pacto infernal. De ahí que terminó siendo una gran sorpresa, luego de unos años, la presencia del Diablo, que le daba de algún modo aviso que le quedaban pocos meses de vida. El Charro, ya entrado en años, quiso escapar, ocultarse e incluso llenar su finca de cruces; pero todo era en vano. El protagonista, cual jinete con su caballo, quiso escapar, pero fue encontrado por la entidad endemoniada. Al ver que anhelaba huir, lo castigó a él y a su animal a una eternidad al servicio de Lucifer, con la función de cobrar a los deudores ¿El lado bueno de la historia? Si alguien aceptaba las monedas que el Charro iba a llevar eternamente, siendo un esqueleto de huesos blanquecinos y con su ajuar recurrente, a caballo, podría descansar en paz porque otro tomaría su lugar.

2. Leyenda de los volcanes (Popocatépetl e Iztaccíhuatl)

Iztaccíhuatl era una hermosa princesa que estaba enamorada de uno de los guerreros de su padre: Popocatépetl. Naturalmente, este último le correspondía y estaba muy ansioso de cumplir con el deseo de su futuro suegro, ya que si en una batalla de Oaxaca el muchacho salía victorioso y traía la cabeza del enemigo en una lanza, podría cumplir sus esponsales.

El hermoso proyecto, sin embargo, quedó trunco a partir de una falsa noticia: la misma indicaba que Popocatépetl había caído en batalla. La mujer, sumamente apenada, cayó en una depresión enorme y murió ¿El motivo? Un corazón roto. Tiempo después el guerrero volvió con la cabeza del enemigo, como se había prometido, sobre su lanza y fue recibido con un gran festín. Naturalmente, toda alegría terminó cuando se había enterado que su amada estaba muerta.

El guerrero, cuenta la historia, llevó el cuerpo de la amada a un monte y los dioses, conmovidos, la convirtieron en un volcán inactivo. Popocatépetl, con una antorcha en la mano, prometió que velaría eternamente a la amada. Las deidades, observando semejante amor, también lo convirtieron en un volcán.

3. La planchada

Eulalia era una excelente enfermera del hospital de Juárez. Perseverante, cariñosa, agradecida y buena gente con los demás, trabajaba en dicho recinto día y noche. Una jornada, sin embargo, entró en el lugar un joven muy bello, ostensiblemente mujeriego; pero que enamoró profundamente a la enfermera, llegando a dedicarle mucha atención y creando una suerte de futuro compromiso.

Cuando se aproximaba el día de la boda, tan ansiado para Eulalia, el muchacho le aclaró que tenía que ir al norte del país, que por lo tanto debían posponer la boda; aunque solo tardaría dos semanas. Él era médico. La joven, cual Penélope moderna, lo esperó con paciencia y bondad, rechazando las múltiples propuestas que le hacían otros hombres, ya que era muy hermosa. Al tiempo, un amigo le aclaró a Eulalia que tenía noticias que su supuesto amor se había casado en otro lado, se había ido del país y que no pensaba volver nunca más.

La noticia enloqueció a Eulalia, quien comenzó a descuidar su cuerpo y salud. La historia culmina con ella muriendo en el mismo hospital en donde trabajaba con tanta dedicación. Desde ese momento surgió la leyenda de La Planchada, un ente o fantasma que aparece en el hospital cada vez que una enfermera se duerme en el turno noche o no se le da un medicamento a un paciente.

4. El hospital fantasma

Morelia cuenta con un hospital fantasma, que está activo; pero que para muchos es sitio de actividad paranormal variada. Apariciones y presencias son moneda corriente en este lugar. En el quirófano aparece todas las noches un hombre que inexplicablemente traspasa las paredes, prorrumpiendo de vez en cuando, en medio de la soledad, con gritos desgarradores. En la morgue siempre hay sonidos de vidrios rotos y un rechinar de las puertas como si se estuvieran abriendo y cerrando. A la sensación de estar siendo vigilado todo el tiempo, se debe añadir que en la sala de terapia intensiva en el octavo piso siempre en horario nocturno aparece una mujer con bata blanca, en absoluto silencio caminando y dejando como rastro una mancha de sangre. Esa señora fue antiguamente una receptora de un trasplante de riñón que no funcionó y al ver que le quedaba poco tiempo de vida ella decidió aventarse en ese mismo octavo piso.

5. Los zopilotes y su aspecto y color negro

Cuenta una leyenda maya que el rey de Uxmal había organizado un gran banquete para honrar al señor de la vida, Hunab Ku. Ostentaba un hermoso traje, lleno de finas joyas y divisando una hermosa vista de su ciudad, muy colorida, decidió realizar semejante agasajo en las terrazas, rodeada de palmeras y otras flores. En ese lugar los sirvientes debían emplazar los deliciosos platillos, a la espera de los invitados.

Sin embargo, la historia tuvo la presencia de comensales indeseables: los zopilotes, que en esa época contaban con hermosos plumajes, rizos sobre sus cabezas y que, observando la comida a su alcance, decidieron hacerse un festín de improviso bajando desde el cielo.

Al momento, el rey salió con sus invitados a la terraza y al ver el espectáculo de los Chom o zopilotes, aclaró, furioso, que eso no iba a quedar así. Y, efectivamente, en forma de castigo, uno de los sacerdotes tomó las plumas de las criaturas, las asó quedando oscuras y creó una especie de pócima, que era como un caldo negro y espeso. La trampa fue colocar comida nuevamente y llamar la atención de los zopilotes. Cuando estos bajaron y se disponían a probar deliciosos manjares, los oficiantes lanzaron el menjunje sobre los plumados, aclarando que no lograrían huir al castigo por lo hecho al rey de Uxmal.

Los sacerdotes profetizaron que a partir de ese día esos animales estarían condenados a comer basura y animales muertos. Los zopilotes, sucios, quisieron escapar; pero en medio se percataron que su plumaje ahora era oscuro, reseco y su cabeza absolutamente calva. El castigo se había cumplido con rapidez.

6. La mulata de Córdoba

En la época de la Inquisición, en la ciudad de Córdoba, Veracruz, existía una hermosa mulata que llamaba la atención de todos y su nombre era Soledad. Era mulata, una mezcla entre indios y negros, por lo que carecía de bastantes derechos, dando como resultado una mujer huraña, que rehuía el trato. Asimismo, a ella se le asociaban poderes para curar enfermedades complicadas, casar almas cuyo destino era estar separadas y, para los celosos, embrujos, encantamientos y maleficios, todos a partir de su pacto con el diablo.

Más allá de semejantes extravagancias endilgadas a la muchacha, digamos que a la sociedad de aquellos entonces no les molestaba tanto. Sin embargo, todo cambió cuando la joven decidió asistir a una misa a la mañana y cautivó alocadamente al alcalde de Córdoba, don Martín de Ocaña. En esos entonces, esta eminencia había oído lo que se decía de Soledad, pero le parecía habladurías simples, una lectura que sostuvo hasta que la misma mujer lo rechazó porque no quería saber de romances y menos con un hombre entrado en años. Por lo tanto, con su orgullo mancillado, decidió comunicarle al Santo Oficio que la misma mujer le había dado un brebaje y por tal motivo perdió la razón.

Inmediatamente la Iglesia la apresó y fue llevada Soledad a las mazmorras del castillo de San Juan de Ulúa. Se le acusó de magia negra, trato carnal con el diablo y otras sandeces. Iba a ser ejecutada en la plaza pública, sobre todo a partir de que la mayoría de los testigos se pusieron en su contra.

En esas jornadas finales dentro del calabozo Soledad, de todos modos, descollaba por su actitud. Lejos de rezar, llena de remordimientos como otros condenados, se puso a realizar un dibujo sobre la pared con un carbón que había hallado. Era un barco, que no dejaba de sorprender a los carceleros, ya que con cada trazo flamante parecía más realista. Un día cayó un terrible aguacero y, naturalmente, las calles, las plazas, la ciudad entera, con los calabozos, se llenaron de agua. Soledad, inquieta, le preguntó al celador qué le faltaba al barco y como éste le anunció que simplemente andar, la muchacha, por arte de magia, se adentro en el dibujo y escapó. En los trazos de la embarcación se podía divisar un tripulante, como la mulata, saludando, mientras se esfumaba en la pared poco a poco.

7. La isla de las muñecas

Xochimilco es entendido como uno de los destinos más alegres y floridos de México. Sin embargo, en lo recóndito de sus canales se encuentra la isla de las muñecas, un sitio que podría asustar a cualquiera ¿Pero por qué existe este lugar pletórico de este tipo de juguete? La historia cuenta que Julián Santana Barrera habitó semejante paraje, casi en modo solitario, durante 20 años. Aquí, merodeando, encontró el cadáver de una niña, ahogada en uno de los canales por quedarse enredada en los lirios. Desde aquella jornada Julián no vivió tranquilo, pues por las noches sentía el espíritu de la chiquilla, junto a lamentos, gritos y quejidos. Como nuestro protagonista era creyente, se le ocurrió llenar de muñecas el lugar en forma de protección contra espíritus que vagaban apenados. Con los años, cuando salía a vender sus cosechas, el hombre encontraba muñecas viejas y arrumbadas, que las llevaba consigo para crear su tétrico hogar.

El final de Julián, de todos modos está lleno de incógnitas. Él siempre decía que una sirena venía y, llena de amenazas, decía que un día se lo iba a llevar. Una jornada, en la que pescaba con su sobrino y este último decidió ir a controlar el ganado pastando, Julián terminó muriendo de un infarto; su cadáver estaba sobre el agua. Así lo encontró su sobrino, deduciendo todo el mundo que, finalmente, la sirena había cumplido su cometido.

8. El árbol del vampiro

La historia proviene de la Guadalajara colonial y versa sobre un tal Jorge, proveniente de Europa, que en definitiva era un hombre que vestía de oscuro y que contaba con un andar sumamente misterioso. Sucesos extraños lo rodeaban, como la aparición de animales muertos, hasta que un día, cerca del Panteón de Belén, encontraron a Don Jorge atacando con la boca un pobre hombre, que no paraba de gritar.

La gente, llena de miedo y furia, lo persiguió, pero Don Jorge logró huir. El cura de la zona, bien acompañado, decidió ir a la hacienda y realizarle un exorcismo. Quien efectivamente era un vampiro juró vengarse de todos, pero un hombre, lleno de valentía, le clavó una estaca en el pecho y lo mató.

Finalmente lo enterraron en el Panteón de Belén, pero lo curioso fue que comenzó a crecer un árbol sobre la lápida de Don Jorge, de forma tan fuerte que la comenzó a romper. La leyenda anuncia que el día que el árbol sea derrumbado o las raíces terminen de romper la lápida, el vampiro volverá para cobrar su venganza tan añorada.

9. El anillo de alba

Doña Alba era una mujer muy conocida por su simpleza y generosidad. Dueña de una gran riqueza y sin hijos, siempre estaba presta en la ayuda a los más necesitados, sobre todo si eran niños. Con el paso del tiempo y presintiendo su muerte le anunció al párroco que ella no se llevaría nada de lo que tenía al cielo, por lo que le anunció que disponga de su fortuna como le pareciera y ayudara a los carenciados. El hombre de Dios, naturalmente, afirmó que cumpliría con semejantes preceptos.

El día de su velatorio, muchas personas acudieron, llorando muy entristecidos por la partida de una gran persona. Doña Alba fue enterrada en el cementerio local y justo en el momento que el ataúd bajaba a la fosa, uno de los sepultureros había alcanzado a ver el cuerpo y un anillo espléndido en el dedo de la exánime, de oro y piedras preciosas. Maquiavélicos, horas después, el sepulturero y un amigo decidieron profanar la tumba para quedarse con semejante tesoro; era una forma de hacer algo de fortuna y escapar a un trabajo tan penoso.

A la noche, por lo tanto, pusieron manos a la obra y abrieron el ataúd de Alba, quien lucía especialmente espeluznante y por un momento hizo dudar a los intrépidos profanadores. Intentaron quitarle el anillo, con celeridad, pero la mujer parecía no querer dejarlo ir incluso muerta. La decisión fatal, en búsqueda de rapidez por miedo a que los descubrieran, fue cortar el dedo de Alba.

Cerraron como pudieron el féretro, le echaron tierra y salieron corriendo; pero no pasaron de las puertas del cementerio: de súbito uno grito terriblemente, a tal punto que despertó a todo el barrio. Al día siguiente solo encontraron a uno de los sepultureros, tartamudeando, jadeando y pálido. El otro compañero había desaparecido. Según lo que se cuenta, saliendo vieron la imagen terrorífica de Doña Alba, señalando su dedo cortado. Quien desapareció no solo era la persona que tenía el anillo en el bolsillo, sino también quien ideó semejante crimen.

10. La mano peluda

En medio del crecimiento económico, pero también la enorme injusticia social que significaba el Porfiriato, las casas de empeño proliferaban sin cesar. Los usureros, por lo tanto, en ese clima tomaban todo lo que podían de sus clientes: ropas, muebles, joyas, reliquias e incluso juguetes de niños. Nada se excluía de sus manos codiciosas.

Entre ellos, por su escasa hidalguía y su necesidad de dinero destacaba el señor Villa, conocido como Horta. Un hombre miserable, materialista y que no le importaba si los damnificados tenían los ojos llenos de lágrimas y los bolsillos resecos por no contar con un solo centavo. «¡Que Dios te saque las manos!», era el maleficio que muchos le decían, ya que sobresalía siempre esa zona del cuerpo del patán, debido a que contaba con una innúmera cantidad de anillos dorados y engastados con piedras preciosas.

Pero los días para Horta y su mujer, que despectivamente le decían la Gangosa, y que solo se la pasaban contando monedas, se terminaron. La muerte vino y al parecer Dios, a modo de castigo, le sacó la mano. Sin embargo, esta mano peluda, llena de anillos, según la leyenda, comenzó a hacer de las suyas en el camposanto y más allá de sus muros. Se movía de noche, como un espectro y no solo asustaba a la gente, sino que incluso las atacaba, estrangulándolas o sacándoles los ojos de sus rostros. Luego de la fechoría, la mano desaparecía, volviendo a la tumba con lo restantes despojos mortuorios de quien en vida había sido un hombre sumamente avaro.

11. La princesa Donají

Los reyes zapotecas Cosijoeza y Coloyocaltzin tuvieron un hijo llamado Cosijopi, quien fue enviado a la región del Istmo de Tehuantepec a gobernar. Este hombre tuvo a una hija, llamada Donají. En una época en que las luchas beligerantes entre zapotecas y los mixtecos era moneda corriente, los últimos atacaron Zaachila, capital zapoteca y secuestraron a la princesa Donají, como una suerte de prenda de paz. Un contrataque zapoteca, ante tal realidad, hizo que los mixtecos huyeran, pero decapitaran a la muchacha. Estos indicaron el lugar donde estaba el cuerpo, pero nunca donde se hallaba la cabeza.

Sin embargo, con el paso del tiempo, un pequeño pastor que cuidaba sus animales en San Agustín de las Juntas, encontró un lirio silvestre y en vez de cortarla de tallo decidió arrancarla de raíz. Pudo ver en el inicio una oreja humana y luego una cabeza, la cual dicen que se mantenía intacta y pertenecía a la princesa Donají. Se la reconoció por las bellas decoraciones que la acompañaban. Tiempo después, tanto cabeza como cuerpo fue sepultado en el templo de Culiapán.

12. La flor de Cempasúchil

Xóchitl y Huitzilin eran una pareja azteca sumamente enamorada. Habían crecido juntos, jugaban desde pequeños unidos, por lo que era lógico que terminaran profesándose un gran amor. La historia cuenta que a las tardes subían a lo alto de las montañas para llevarle flores a Tonatiuh, dios del sol, que parecía devolverles una sonrisa. Ahí se juraron amor eterno, incluso más allá de la muerte.

Sin embargo, un día, como el golpe de un rayo, los amantes se tuvieron que separar por la guerra: Huitzilin tuvo que marchar a luchar. Con el tiempo, de manera triste, a la hermosa Xóchitl se llegó la noticia que su amado había muerto en batalla. Por tal motivo, decidió subir por última vez a la montaña para que Tonatiuh, el Sol, le diera la posibilidad de unirla por siempre con su amor. La deidad solar se conmovió, lanzó unos rayos y convirtió a la muchacha en una bonita flor, de colores tan intensos como los rayos del sol.

Al poco tiempo llegó un colibrí, que amoroso reposo sobre la flor: el mismo era Huitzilin. Al instante, la flor se abrió en 20 pétalos, con aroma intenso y misterioso. Los enamorados siempre estarán unidos mientras existan colibríes y flores de cempasúchi.

13. La gente del maíz

Antes de la llegada de Quetzalcóatl los aztecas solo tenían raíces para comer y animales que cazaban. No tenían maíz, porque este cereal, tan necesario para dicha civilización, se encontraba escondido detrás de las montañas. Las antiguas deidades intentaron separar las montañas con su colosal fuerza, pero no lo lograron; por lo tanto fueron plantear la situación a Quetzalcóatl .

La divinidad respondió que les traería el ansiado alimento, pero no utilizando la fuerza, sino la astucia: se convirtió en hormiga roja y acompañado de una negra marcho a la montaña. En semejante travesía pasó grandes dificultades, no dándose nunca por vencido. Llegó, finalmente, hasta donde estaba el maíz, tomó un grano maduro con sus mandíbulas y emprendió el regreso. Al llegar lo entregó a los hambrientos nativos.

Así los aztecas plantaron las semillas y obtuvieron un maíz que los fortaleció, construyendo palacios, ciudades y templos hermosos enteros. Quetzalcóatl  será recordado, desde ese momento, como el dios amigo de los hombres, quien les trajo el maíz.

14. Leyenda del quinto sol

Entonces los dioses se reunieron en Teotihuacan y ocuparon sus sitios en torno al fogón divino. Durante cuatro días la llama ardía y los dioses tenían que crear el quinto Sol, pero para eso uno de ellos debía arrojarse al gran fuego. Cuando se propuso semejante consigna, nadie se levantó, excepto un ser envuelto en sombras, feo, lleno de costras y verrugas. El resto de las divinidades lo miraron con desprecio.

Sin embargo, ante una suerte de envidia, Tecuciztecatl se levantó, ya que no anhelaba que un dios tan horripilante y pequeño se convirtiera en el quinto Sol. El resto arengó al Señor de los Caracoles, este se puso frente a la llama, pero un gran pánico, de repente, lo echó hacia atrás. Cuatro veces lo intentó, rugiendo incluso; pero fue totalmente en vano: el temor era mayor que cualquier otra cosa.

Por lo tanto, Nanahuatzin, la divinidad fea, se levantó, echó un grito, se quitó el manto y se lanzó al fuego. Las montañas se desplomaron, el cielo se lo tragó todo y por un momento no se vio ni oyó nada. Los dioses, en cambio, esperaban la llegada del Sol nuevo. Se puso el cielo colorado y apareció la luz del alba. Solo Quetzacóatl sabía el sitio en que aparecería el quinto Sol. Cuando lo había hecho, sin embargo, no solo eclosionó con un color encendido, sino que se movía de un lado a otro, inquieto. Los dioses se preocuparon, porque sabían que así no se podía vivir, con un astro rey tambaleante, sin día ni noche. Por eso decidieron clavarse un cuchillo en sus venas, ofreciéndole al Sol su propia sangre que iba subiendo hasta el cielo. Luego la sangre se convirtió en un gran viento que soplaba sobre el Sol y lo hacía levantar como si estuviera flotando. Este pasó volando por delante de los sacerdotes, quienes se afanaron por detenerlo, pero ya era demasiado tarde: el astro bajaba las escalinatas, huía hacia el horizonte que se empapaba de sangre.

15. Panteón jardines del recuerdo

En la colonia San Rafael había un padre muy querido por todos, cuyo nombre era Anselmo Martínez. Su labor era ayudar constantemente a los enfermos y más necesitados, lo cual le valió de una bella popularidad. El día, por lo tanto, en que falleció un buen número de personas lo acompañaron a su sepelio, lo que hizo pensar a más de uno desprevenido que se trataba de un narcotraficante o un político.

Sin embargo, la historia no termina ahí. Es que en los días siguientes, los vigilantes del cementerio notaron que alrededor de la tumba del padre no solo había actividad inusual, sino unas extrañas marcas circulares que ayudaban a desgastar el pasto. Cierto día, sin embargo, un jardinero llamado Vicente Cortés había decidido hacer una guardia nocturna y lo que observó lo dejó totalmente helado: era una escena donde una sombra se acercaba a la tumba, exactamente a las 2 de la madrugada y emulaba a una persona confesándose. Vicente, ante semejante asombro no le contó a nadie y se propuso ver qué sucedía en el mismo horario al día siguiente. Para su mayor sorpresa, la escena se repitió, aunque la sombra era diferente y los círculos en el pasto eran nada más ni nada menos que los fantasmas que se arrodillaban en su visita al sacerdote.

Al día de hoy se dice que las ánimas intranquilas se dirigen a la tumba del padre Anselmo, para así poder obtener descanso eterno.

16. La piedra encantada

En el Barrio Obrero había una gran piedra que obstaculizaba el paso a las personas, una zona considerada alejada, oscura y pantanosa. Cuenta la leyenda que esta piedra tenía el poder de conceder el deseo que uno quisiera, sea dinero, amor, trabajo, bienes materiales y darme vida a las venganzas. Nadie hablaba con la piedra, no se escribía por respeto sobre ella y, además, decían que contaba con una gran memoria que le permitía almacenar todo. Los pequeños también la respetaban porque tenía el poder de castigar a esos traviesos que negaban la autoridad de los padres.

En verdad, se dice que lo último era anunciado a los niños para que se mantuvieran alejados, ya que la piedra era un sitio típico de encuentros amorosos.

17. La calle de la quemada

Caminar por las calles de cualquier ciudad histórica implica, casi siempre, adentrarse en relatos, cuentos y leyendas, que muchas veces cautivan el cuerpo y la mente. La Ciudad de México, en ese sentido, no es la excepción. Una de esas historias cuenta la vida de una joven de 20 año, llamada Beatriz, que llegó a la región en el siglo XVI en compañía de su padre, Gonzalo Espinosa de Guevara, ambos provenientes de España.

La joven era de extremada belleza y nobleza, a tal punto que conquistó una gran cantidad de corazones, entre ellos, el de un italiano llamado Martín de Scúpoli, marqués de Piamonte. El hombre no dudó de cortejarla, para ganar su corazón, lo cual finalmente obtuvo. Sin embargo, el italiano era una persona tan pero tan celosa, que se sometió a la bárbara empresa de matar a todos los muchachos que se acercaran a la casa de su amada.

Al enterarse de semejante situación, Beatriz no podía creer que fuera la causante de semejante locura, lo cual la llevó a tomar una dolorosa decisión: tomó con sus manos un brasero lleno de carbón al rojo vivo y hundió su rostro entero en este. La idea era terminar con su belleza y, por ende, con la obsesión de Martín. Sin embargo, la sorpresa ocurrió cuando el hombre le admitió que ahora la amaba por su nobleza, la que estaba dispuesta a dejar totalmente de lado su hermosura para salvar la vida del resto de las personas.

Dicha confesión conquistó el corazón de Beatriz, lo cual los llevó a casarse, utilizando ella un velo blanco para ocultar sus cicatrices, uno que luego sería por siempre negro. Por ese motivo, la calle que hoy es conocida como la  5ª de Jesús María fue llamada por mucho tiempo «la calle de la Quemada».

18. La fundación de Tenochtitlán

Los habitantes de un lugar llamado Aztlán, que luego serían conocidos como mexicas, fueron ordenados por su dios guía Huitzilopochtli para que abandonaran sus tierras y comenzaran a peregrinar hasta encontrar la señal que él mismo les había prometido: un águila posada sobre un nopal. Esa imagen sería la señal o el indicio que habían encontrado el gran sitio para fundar una nueva ciudad y un imperio como ninguno conocido hasta el momento.

Caminaron durante años, siendo un pueblo errante, hasta que un día llegaron a los límites del lago de Texcoco, en el que observaron la señal que tanto aguardaban en un islote, en el medio de un lago. Ahí estaba el águila, extendiendo sus alas majestuosas, sobre el nopal mencionado.

Los rasgos del lugar fueron importantes para la supervivencia de este grupo humano, ya que el aislamiento le otorgó ventajas tanto económicas como militares. El agua y la tierra también aportaron grandes beneficios.  Al cabo de un tiempo, Tenochtitlan se convirtió en una de las ciudades más importantes de su época, la cabeza de un poderoso imperio que dominó gran parte de mesoamérica.

19. La cueva de Macuiltépetl

Una mañana de un 24 de junio en un año absolutamente desconocido una señora pobre caminaba por un paraje. La mujer, muy preocupada pensando en qué darle de comer a su hija, se sentó un rato porque se encontraba fatigada. De pronto, como por obra de magia, frente a ella había una cueva, por lo que la curiosidad la hizo levantar y darse cuenta, con mucha fortuna, que el sitio estaba lleno de dinero.

Regresó a su casa eufórica, pero astuta esperó a la noche para poder extraer el botín; no fuera cosa que alguien se lo robara. Al volver había llevado a su hija, porque la idea era quitar todo el oro, por lo tanto, no le quedaba otra opción que dejar a su pequeña. Hizo, entonces, dos viajes y abandonó momentáneamente a la niña en el interior de la cueva.

Cuando volvió no encontró a la hija ni a la cueva, situación que la sumió en la desesperación. Todas las jornadas la mujer regresaba en búsqueda de su hija, hasta que llegó el día de San Juan: la señora divisó la cueva nuevamente y para su fortuna su hija estaba jugando, tal y como la había dejado en el pasado. Ilusionada y emocionada, la abrazó, tomó más dinero y partieron; sin embargo, cuando les dio la luz del sol la pequeña se desmoronó en terrones de arena.

20. La Llorona

En la época colonial, una mujer de origen nativo era amante de un caballero español. Ella quiso formalizar su relación por medio del matrimonio, pero el hombre se negó, aduciendo que pertenecía a la alta sociedad. La mujer, que lo amaba en exceso, fue presa de una locura sin igual. Es que esa misma noche, la bella indígena despertó a sus niños, un pequeño y una pequeña, los llevó al río y los apuñaló varías veces como si estuviera poseída, hasta que los dejó sin vida.

Minutos después del trance fatídico reaccionó  y se dio cuenta de lo que había hecho: corrió por el río y gritó»Ay, mis niños». Desde esa noche no se supo más de ella y se convirtió en un mito. Muchos dicen que deambula por las calles y parques de la Ciudad de México, además de los canales de Xochimilco, asustando a todo el que se cruce.

21. El callejón del diablo

Mixcoac, declarado como barrio mágico de la Ciudad de México, guarda un terrorífico sitio denominado callejón del diablo. Pese a que hoy, naturalmente, es solo una calle estrecha en donde solo puede pasar un auto, en épocas pasadas era un pasadizo muy oscuro, lleno de árboles y en donde nadie se atrevía a pasar porque, según contaban las historias, se había aparecido el diablo.

Cuenta la leyenda más conocida de todas que un día un hombre, sin temor a nada, decidió pasar por semejante lugar siniestro. Quería, de algún modo, comprobar que todo lo que se decía eran simples habladurías. Por lo tanto, la persona entró, pero a mitad de la calle, detrás de un gran árbol, se encontró con una enorme sombra perteneciente a Satanás. Sin pensarlo, el otrora valiente salió corriendo, observando como todo a su alrededor se hundía. Afortunadamente, se cuenta que se salvó de las garras de Lucifer.

Sin embargo, hay otra historia. La persona que había cruzado el callejón era «El Julio», un vicioso, criminal y estafador de personas, que el diablo castigó desmembrando su cuerpo y dejándolo en el lugar. En realidad, el ánima que se aparecía a las personas era la de este antiguo delincuente.

22. Los naguales

Los nahuales más que una leyenda, son parte del reservorio mitológico de algunas civilizaciones mesoamericanas prehispánicas, como el caso de los aztecas. Es que nahual, proveniente del idioma náhuatl,  significa doble o proyectado, lo cual indicaba que las deidades tenían la capacidad de transformarse en animales (a veces, más de uno) a la hora de acercarse a las personas. Asimismo, cada persona, está protegido y guiado por un animal, que ronda el momento del nacimiento del individuo, no solo viéndolo en sueños sino siendo ayudado en momentos concretos por los dioses.

Sin embargo, la historia de los nahuales no se reduce a eso: es que en verdad, brujos y chamanes, no solo podían actuar, a partir de conocimientos esotéricos, como su nahual, por ejemplo, aguzando sus sentidos; sino transformarse en el mismo nahual o animal. Los nahuales, por ende, daban lugar a una vinculación del mago, brujo o chamán con lo trascendente y sobrenatural; pero también podía conllevar actos de maldad. Estos últimos nahuales son, justamente, a los que se temía.

23. El puente del clérigo

Durante 1649 vivió un sacerdote llamado Juan de Nava, quien cumplía su oficio en la Iglesia de Santa Catarina. El religioso vivía con su sobrina, quien se llamaba Margarita Jáuregui, una hermosa joven cuyo sueño era casarse. En la misma zona también se encontraba un hombre de mala fama, un portugués llamado Duarte Zattaza.

En una fiesta organizada por el virrey, Doña Margarita y Don Duarte se conocieron, quedando este último sumamente enamorado. Desde ese entonces el portugués llevó regalos y le hacía toda clase de atenciones a la dama, enviándolas siempre a la casa del fraile. Este, sin embargo, pese a que el amor ya crecía en el pecho de su sobrina, no confiaba en el hombre. Y terminó, luego de algunas investigaciones, descubriendo que el pretendiente había dejado deudas y mujeres embarazadas en su ciudad natal, además de contar con varias novias en ese momento. Por tal motivo, el sacerdote prohibió que su sobrina viera al hombre y como era desobedecido, injurió al propio portugués para que no se atreviera nunca más a cruzar el puente que desembocaba en su hogar.

El hombre se había reído del anciano, pero con el tiempo, producto de las constantes dificultades en los encuentros amorosos, decidió matar al sacerdote. Un 3 de abril de 1649, día en que Don Duarte había decidido matar al fraile, el mismo se encontraba hablando con su hermosa princesa a través de la ventana. Al ver que el cura cruzaba el puente, salió corriendo y tuvieron una encendida discusión. La misma terminó cuando el portugués desenvainó un puñal revestido por el escudo de armas de su casa y se lo clavó en la cabeza al hombre entrado en años, produciéndole una herida fatal. Luego, el portugués levantó el cuerpo y lo lanzó del puente, siendo el cadáver transportado a gran velocidad por las aguas torrenciales.

Tras un año afuera, huyendo, el muchacho volvió, anunciándole a su amada Margarita que se fuera con él. La chica accedió. Pero cuanto intentó cruzar el puente, el caballo se detuvo de súbito y Don Duarte murió en el acto. Al día siguiente su cuerpo fe encontrado junto a un esqueleto con túnica de fraile, el cual tenía un puñal en el cráneo y con las manos en posición de haber estrangulado al portugués. Desde ese suceso trágico, se denomina el sitio como «el puente del clérigo».

24. El chupacabras

El chupacabras ya es toda una leyenda, aunque en verdad no cuente, como en otros casos, con una historia totalmente unificada. En síntesis, es un críptido (es decir, un animal de zoología alternativa), que ataca a animales de distintas zonas ganaderas y rurales. El mito tuvo su origen en la década del 90 en Puerto Rico, pero en verdad se extendió en múltiples países de América y también en otros continentes, en donde coincidía, a grandes rasgos, las características de la criatura.

Si bien para muchos es producto de la fantasía o el avistamiento nocturno de perros con sarna, el chupacabra sería una criatura similar a un reptil, con piel escamosa, de color verde y con espinas puntiagudas en la espalda. Colmillos, garras, un andar encorvado, la capacidad de dar saltos y su carencia de pelo completan la descripción. Para alimentarse esta bestia suele absorber totalmente la sangre de sus víctimas o incluso sus órganos, a través de algunos agujeros hechos en el cuerpo.

25. El autobús fantasma

La leyenda cuenta que la carretera de Ixtapan  de la Sal, camino hacia Toluca, estaba llena de complejas curvas, carriles estrechos y barrancos profundos. En una noche, como cualquier otra, el autobús con el número 40 inició su recorrido, mientras la gente en su interior dormía plácidamente. Sin embargo, la fuerte lluvia, los precipicios cercanos y los senderos con declive hicieron que la unidad adquiriera gran velocidad: la gente se había percatado y protestaba, pero en verdad no sabrían que el colectivo se había quedado sin frenos.

Una curva sumamente pronunciada hizo que el autobús cayera en un barranco, dando como resultado que casi todos los pasajeros murieran al instante o un poco después, ya que todo se había incendiado. Nadie se dio cuenta de lo sucedido con celeridad, por lo que unas horas más tarde la policía pudo avisar a las familias del accidente.

La historia nos relata, de todos modos, que meses después en el mismo camino se empezó a ver el autobús número 4o; era su figura espectral. La gente viva lo podía tomar, ingresaba; pero se daba cuenta que en el interior todas las personas, bien arregladas, no hablaban y el cobrador no pasaba ni dinero ni boleto alguno. Lo terrible era que justo antes de llegar a la terminal el chófer advertía al pasajero que se bajara si no quería perder la vida, además de que no podía mirar hacia atrás, porque sino su final sería fatal y triste.

Los pasajeros solo contaban que, llenos de miedo, escuchaban como el ruido del motor se alejaba y que quienes osaron voltearse murieron de manera trágica e inexplicable.