Saltar al contenido

Las 7 Leyendas de Bolivia más populares

Las leyendas y los mitos son parte de un acervo precioso de cada cultura, haciendo uso tanto de elementos fantásticos e imaginarios como también realistas. A continuación, siguiendo esa línea, presentamos las 7 mejores leyendas de Bolivia: fascinantes y populares. 

Las 7 Leyendas de Bolivia más populares

Imaybé e Iniguazu

Si existe un elemento recurrente en el mundo de las leyendas es el amor, sobre todo desde un punto de vista trágico o en tiempos de cólera. Imaybé e Iniguazu es un claro ejemplo de enamorados, una pareja de la tribu chiriguano que resistió ferozmente a los españoles en los tiempos de colonización. En ese contexto Imaybé era la hija del cacique de la tribu e Iniguazu el mejor de los guerreros. Ellos estaban casados y esperando su hijo, ya a punto de nacer, ya que la muchacha se encontraba en el último mes de embarazo. Sin embargo, un día la tropas españolas asaltaron las aldeas, incendiaron todos y mataron mujeres, niños y ancianos.

En ese contexto de profundo dolor, el pueblo chiriguano luchó con fervor, pero terminaron cayendo ante la superioridad en armamento de los europeos. Entre los caídos en acción se encontraban tanto Iniguazu, el gran guerrero, como también el padre de Imaybé. Ella, desesperada y triste, sólo pensó en una cosa: huir al bosque próximo para proteger a su hijo a punto de nacer, orándole con todas sus fuerzas al dios Tumpa para que este la ayudara. Cuenta la historia que las súplicas tuvieron su efecto, ya que la deidad la convirtió en un toborochi (un árbol) en el preciso momento que los soldados estaban a punto de caer sobre los sobrevivientes. De esta manera, madre e hijo se salvaron disfrazados de árbol, bien protegidos por el tronco redondo y las raíces gruesas.

El cóndor y la chola

La muchacha más bella de la región era la encargada de cuidar el rebaño de ovejas. Cada una de las mañanas se la podía ver recorriendo los prados, al lado de sus animales, ya que ella no quería que les ocurriera nada. Un día de verano un cóndor pasó por ahí y quedó extasiado ante el espectáculo de tan hermosa criatura: necesitaba buscar una manera de raptar a la bonita chica. Por lo tanto, esperó que todos los pastores se fueran a dormir, y utilizando sus garras tomó a la chiquilla de los hombros, elevándola hasta lo más alto de una montaña donde el ave vivía.

La pobre mujer le suplicaba al cóndor que la dejara ir, porque debía proteger a sus animales. Con el paso de los días ella iba adelgazando, no solo porque la comida escaseaba sino también por la gran preocupación que la arrobaba. La carne cruda no era consumida por ella y no había fuego para cocerla. El cóndor comprendió, sin embargo, que los hombres comían su alimento cocinado, por lo que un día calentó en lo que era una fogata carne y se la llevó a la cholita, que la comió al instante. Sin embargo, la joven seguía recriminándole no ver a su familia, a pesar de todas las atenciones del animal, que amargamente comprendió que no podía retener a alguien que no lo quería.

Un buen día haciéndole un gesto el cóndor le indicó que se subiera a él y se sujetara de manera fuerte en sus plumas. El motivo era hacer regresar a la mujer a donde pertenecía. Ella sonrió ante la noticia de inmediato. Posteriormente, cuenta la historia que la cholita volvió a su casa sana y salva, conservando como recuerdo una pluma del cóndor enamorado.

El lamento de Guajojó

En Santa Cruz , Bolivia, suele contarse una historia de amor y de traición, de pasión y de violencia. Esta leyenda suele comenzar en un pueblo originario en donde la hija del poderoso cacique del pueblo, que también era un gran hechicero, terminó enamorándose de uno de los guerreros de la misma tribu. Un amor bello pero secreto, ya que al padre no le gustaba nada esta relación: consideraba que su hija no podía terminar junto a una persona de tan bajo nivel.

Sin embargo, como suele decirse, el amor es más fuerte: los enamorados cada vez se veían más y ya no ocultaban su cariño. El padre, finalmente, se enteró de semejante vínculo, que para él era deshonroso. Había que buscar una solución y la misma fue drástica: enviar al joven guerrero a una batalla, a pesar de los ruegos y súplicas de su hija. Para mala fortuna del cacique, de todos modos, el muchacho volvió triunfante de una lid que en principio significaba una muerte segura ¿Ahora cuál podía ser la solución? Muy simple: invitar a cazar al mismo joven junto otros dos guerreros, y poner fin al asunto el cacique mismo con sus propias manos.

Naturalmente, este plan intempestivo no era bien visto por su hija, quien, llena de sospecha, espió a su padre durante todo momento. Para desgracia de ella, cuando el grupo se dividió en dos, el cacique aprovechó un descuido del joven y sin miramientos lo apuñaló. La joven, espantada y llena de tristeza ante el crimen cruento de su progenitor, volvió a la tribu.

La vuelta no fue fácil: el cacique entró a sus estancias y divisó a la joven, llorando desconsoladamente y amenazándolo con que iba a contar a todo el mundo su secreto. Como es evidente, su padre se asustó y ante semejante realidad, ayudado por su sapiencia en los hechizos, decidió convertir a su hija en un pájaro Guajojó.

Desde entonces la leyenda cuenta que en la noche profunda, cuando el sol abandona totalmente el cielo, se puede escuchar el graznido melancólico de esta muchacha devenida en un simple pájaro. Algunos dicen que por la desesperación de sus notas puede llegar a matar a quien lo escucha: el lamento de un amor que no fue y de un regreso imposible de un amado.

El hombre que se transformaba en Sicurí

Una pareja de recién casados se fue a vivir cerca de las orillas de la laguna Yaguarú. En dicho sitio, algunas personas ya habían advertido la presencia de un Sicurí, que es una serpiente de gran tamaño, muy similar a una anaconda. Ese era suficiente motivo para realizar la recomendación de que los niños y mujeres no salieran de sus hogares sin la presencia de un hombre.

Sin embargo, lo que más llamó la atención de los lugareños es que con la llegada de los forasteros un hombre extraño merodeaba la puerta principal de la casa de estos. Un sujeto alto, enjuto y que vestía de negro. Un día el dueño de la casa observó al hombre espiando y sin pensarlo dos veces sacó una escopeta  y le disparó en tres ocasiones. Al día siguiente afuera de su domicilio encontró a una Sicurí muerta.

El féretro

Se dice que en Potosí, Bolivia, no se debe salir de noche los días martes y viernes. Una historia, que nos traslada al tiempo colonial en donde se explotaban las minas de la región, versa sobre una familia que llegó al lugar para poder construir su propia fortuna. Al poco tiempo, la hija más pequeña enfermó de sarampión y murió. Al correr los años la familia regresó a España, dejando los restos de la pequeña en suelo americano. Exactamente 15 días después de que la familia se fuera mineros juraron observar un ataúd llameante yendo a la dirección de trenes. Lo más escalofriante de todo es que al primer rayo de sol en el firmamento, el féretro volvía, con un poder de movilidad propia, al panteón.

Expertos en fenómenos paranormales le dan a esto una explicación: en aquellos años el tren que iba con dirección a la capital del país, La Paz, salía de Potosí los martes y los viernes por la noche.

La leyenda del pájaro silbaco

Según cierta mitología boliviana el Silbaco es una ave con una extraña llamada y con una apariencia tan impactante que puede generar paros cardíacos en las personas que lo vislumbren o incluso perder la audición. El mito dice que el sonido del ave inicia como un un silbido, pero que a medida que uno se acerca al ave se convierte en chillido que detiene el corazón.

En ese contexto, en Bolivia había una persona muy trabajadora, que tenía esposa y dos hijos. Se ganaba la vida vendiendo madera y tenía un negocio próspero; pero un día, como si fuera producto de una magia impredecible, comenzó a sentirse mal, hasta convertirse en poco tiempo en una criatura extraña: mitad hombre, mitad pájaro. La esposa asustada quiso pedir ayuda al sacerdote local, quien hizo todo lo que pudo, pero no pudo detener la metamorfosis de ese trabajador que se llamaba Pedro. El resultado era lógico: se convirtió en pájaro. Era negro, feo y con una llamada aguda, que los aldeanos comenzaron a denominar Silbaco porque Pedro cuando era humano tenía una inclinación a los silbidos.

Este mito boliviano dice que este hombre desafortunado ahora es un pájaro que huyó al bosque, para no ser visto nunca más. En la noche puede que se escuche su llamada, pero en rara ocasión se lo ve.

La destrucción de Huari

En tiempos remotos existió un dios que era pura maldad y su nombre era Huari. Este decidió enfrentarse a la tribu de Urus por haber seguido el camino del bien. Envió plagas y monstruos como serpientes y sapos para destruir a la población; pero la virgen de Socavón acudió en ayuda del pueblo y luchó con la divinidad maligna hasta que huyó, escondiéndose donde nadie más podría encontrarlo.

Esta breve historia demuestra el extraño sincretismo que puede haber entre las creencias católicas y aquellas con raigambre autóctona.