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Las 10 Leyendas Argentinas más famosas y aterradoras

Toda nación cuenta con un cuerpo de mitos y leyendas, es decir, relatos con funcionalidades variadas que hacen muchas veces a las costumbres y tradiciones, aunque sea desde el punto de vista recreacional. A continuación presentamos las mejores 10 leyendas argentinas.

Las más fascinantes y aterradoras leyendas argentinas

El ahorcado de Chacarita

 

Cuenta la historia que alrededor del cementerio de la Chacarita, para muchos denominado cementerio oeste, en la ciudad de Buenos Aires, vaga todas las noches de los jueves, errante, el espíritu de un hombre ahorcado en una de las ramas más altas del árbol de la calle Jorge Newbery, a solo metros del camposanto.

A finales del siglo XIX la ciudad se vio azotada por la fiebre amarilla y se creó, en ese contexto de desesperación, el cementerio de la Chacarita y el tranvía fúnebre. Entonces, como en una suerte de historia de Romeo y Julieta pero oscura, un joven se suicidó colgándose de un árbol cerca del cementerio, porque ahí yacía el cuerpo de su amada, la cual había expirado producto de la peste.

En la actualidad son muchos los testigos que afirman vislumbrar una figura espectral, transparente y en un avanzado estado de putrefacción. Con la mirad perdida y sus ojos abiertos, los testigos quedan anonadados ante semejante presencia.

El familiar

Esta es una leyenda que vio la luz en los ingenios azucareros del norte argentino, algunas regiones de Salta, Jujuy y Tucumán. Resulta que los dueños de semejantes emprendimientos se hallaban en problemas económicos, lo cual los llevó, como única alternativa, a pactar con el diablo. La ecuación era simple: recuperar el esplendor financiero a cambio de la vida de los peones. ¿El resultado de semejante acuerdo maléfico? Una suerte de perro negro que devoraba a los obreros, su nombre o mote en el sitio es El Familiar y les hacía un gran favor a esos dueños inescrupulosos.

En verdad nadie nunca vio directamente a semejante criatura, pero se creía que dormía en los sótanos de los ingenios y salía a la noche en búsqueda de sus presas.

El lobizón

Esta es una leyenda muy extendida en el mundo entero, pero en la Argentina ha tenido una gran raigambre en lo que se denomina como mesopotamia (Entre Ríos, Corrientes y Misiones). La idea es bastante clara: cuando una familia tiene siete hijos, el último es el lobízón. Su aspecto físico también es diáfano: es un hombre, alto, delgado y con mucho pelo, que se enoja con facilidad. Su transformación de humano a animal se da durante los siete días de luna llena. Solo hay una manera de terminar con esta criatura: utilizar una bala bendecida en tres iglesias o un cuchillo, también bendecido, que presente la forma de cruz. Pegarle con una alpargata o utilizar una linterna con pilas vencidas, son más distractores que otra cosa.

La luz mala

El contexto de la luz mala es evidente: un país, la Argentina, lo bastante grande, pero igualmente lo bastante despoblado. Enormes regiones, kilómetros en donde casi nunca ha hollado el pie humano la tierra, campos extensos en donde las figuras espectrales, para los creyentes, pueden emerger. La luz mala o farol de Mandinga se hace presente en las noches. Un hombre camina y, de repente, se encuentra con semejante luz. Se cree que es el alma de algún difunto que todavía no ha purgado sus penas; aunque para otras personas es simplemente el reflejo de la luz de la luna en algún cráneo de un animal.

El cuero en el lago Gutiérrez

Los pueblos originarios suelen emplazar criaturas portentosas en aquellos espejos de agua lo suficientemente grandes. El nahuelito en el Nahuel Huapi es un claro ejemplo, pero no el único: los mapuches aseguraban que en el lago Gutiérrez, también en Bariloche, provincia de Río Negro, vive una increíble criatura, un animal cuyo cuerpo está cubierto por cuero de vaca.

El mito nos dice que esta criatura inusual para alimentarse se acerca a la costa, se mantiene inmóvil, oculto y espera que algún niño incauto se acerque para ser llevado a las profundidades y, finalmente, comido.

Pombero

Estamos ante la presencia de un relato, variado, que tiene como protagonista a un duende (para algunos especialistas, propio de la mitología guaraní). Es natural del norte argentino este ser de estatura pequeña, ojos chatos, tez morena y sumamente velludo. Asimismo, se lo conoce como el dueño de los pájaros, el sol y el señor de la noche. Aparece en los meses más calurosos, y puede ser tanto amigo como enemigo de los hombres. Si se lo quiere tener de aliado, se le deben dejar ofrendas por la noche como tabaco, miel o caña; por lo general eso viene acompañado de deseos del ofrendante, como una cosecha de abundancia. Sin embargo, las ofrendas deben sucederse en 30 días seguidos, de lo contrario el Pombero se enojará y hará innumerables maldades en el hogar. Se recomienda no insultarlo, hablar mal de él o incluso silbar; y sus modos de ataque varían desde asustar haciéndose invisible, lanzar piedras o con un mero roce convertir a la persona en alguien zonzo, mudo o que experimente horrorosos temblores.

El Pombero, para culminar, es un espíritu de la naturaleza, por ende siempre protegerá a los animales contra cazadores, pescadores o taladores del bosque. Los relatos son variados: Pombero enojado sacando de la cama a un peón rural y adentrándolo en un bosque, Pombero invisible moviendo las ramas y asustando a diferentes personas; entre otros cuentos que varían según la región.

La estación poseída

La red de metro más antigua de Argentina, la Línea A, que es propia de la Ciudad de Buenos Aires, cuenta con unos visitantes especiales: seres fantasmagóricos. Abierta desde 1913, teniendo el galardón de ser el primer subte de Iberoamérica, se cuenta que en una noche del 2011 un estudiante intentó volver a su casa y quedó varado en el metro, entre las estaciones de Pasco y Alberti. En ese instante pudo observar seres fantasmales que nunca pudieron descansar en paz.

La leyenda dice que durante la construcción dos italianos murieron al ser aplastados por una viga. La constructora, maquiavélica, tapó como pudo el accidente y abandonó un pequeño tramo por cuestiones operativas, sin dar grandes explicaciones. Ahora el ramal que se encuentra tabicado y no utilizado está en su interior en un estado original. Ocasionalmente se pueden ver las luces encendidas y desde las rejas de ventilación se divisan azulejos de antiguos vagones, intactos y con hermosas escaleras en la penumbra.

Tue-tue

Es una leyenda natural del sur argentino y tiene como protagonista a un pájaro negro, muy grande, que aparece en las noches. El animal se hace presente en alguna casa a la hora de cenar y espera una suerte de invitación, para regresar al otro día, pero en forma humana ¿Cómo ya fue invitado uno se puede rehusar? No, en verdad, la familia que recibió al pájaro no puede negarse a la posterior visita humana, ya que si lo hace caerá sobre ella toda una maldición. Sin embargo, hay una fórmula, en forma de frase, para alejar a la criatura: «martes hoy, martes mañana, martes toda la semana».

La viuda

También conocida como la viuda negra, es el alma en pena de una mujer maltratada y engañada por el amor de su vida. Sin rumbo, recorre los caminos del monte en búsqueda de venganza. El espectro, que se dedica a atacar a las personas solitarias por la noche se esconde en las vías de la zona rurales, aguardando a sus potenciales víctimas.

Ella, por su suceso particular en vida, contrajo un odio eterno hacia los hombres, de ahí que haya hecho un pacto con el demonio para que su venganza durase un largo tiempo (fustigando víctimas que poco tienen que ver con su marido). Este horrible espectro cuenta con un vestido negro, que llega hasta tener cubierto el rostro. Campesinos y jinetes de la zona temen que por las noches sean víctimas de la fatídica viuda.

El espíritu de la dama blanca

Es una historia que se repite en otros sitios con sus variantes, pero no deja de tener su belleza y, a su vez, generar escalofríos. Es que los vecinos del cementerio de la Recoleta, en la Ciudad de Buenos Aires, aún recuerdan cuando un joven conoció a una muchacha muy bella en los bares de la zona (el camposanto tiene en sus cercanías una gran vida comercial y de servicios de toda clase). Comenzaron a hablar discretamente en la esquina de la taberna hasta que, llenos de felicidad en la noche, se despidieron en una calle cercana del cementerio, luego de que él le dejara su chaqueta, porque ella no paraba de titiritar a causa del gélido ambiente.

Al día siguiente, el chico, embelesado, preguntó a un guardia de seguridad si conocía a una chica que vivía a los alrededores y que vestía en su totalidad de blanco. El guardia, que comprendió de inmediato, lo llevo de manera rápida al interior de la necrópolis, donde se podía vislumbrar la tumba completamente blanca de una joven. Era la hija de un famoso escritor, quien tuvo la desgracia de morir con tan solo 15 años, fruto de una leucemia. Lo más asombroso del relato es que el joven encontró la chaqueta que le había dado a la muchacha mientras tenía frío: colgaba sobre la valla que encerraba la tumba.