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La leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl

El ser humano está rodeado de palabras, relatos de los más variados que explican, atribuyen, agrupan, desligan, unifican. Las leyendas, naturalmente, también son parte de ese reservorio, por eso a continuación te presentamos la leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl también conocida como la Leyenda de los volcanes.

La fascinante leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl

Antiguamente los estudios mitológicos tenían una forma bastante taxativa de entender estos relatos: eran simples elucubraciones irracionales, pre-racionales, propias de seres cognitivamente inferiores y, por ende, solo podían interesar a una suerte de coleccionistas de curiosidades, a modo de anticuario. Por suerte, las mitologías de toda clase ya no se perciben de ese modo, encontrando que esa división tajante entre lo racional y lo irracional no existe y que esta clase de relatos pueden dar cuenta de muchas realidades que efectivamente existieron.

Por lo tanto, la leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl es sumamente asombrosa, además de pertenecer, según muchos especialistas, a civilizaciones que precedieron a los mismos aztecas (que como buen imperio no solo sometían a otros, obligaban a pagar tributos, sino que también tomaban como propio, a veces de manera un tanto ecléctica, relatos preexistentes). El ser humano antiguo tenía una tendencia bastante antropomórfica para comprender muchas veces el origen de los accidentes geográficos y, en ese sentido,  Popocatépetl e Iztaccíhuatl, volcanes, son parte de la regla.

Lo que hoy se comprenden como dos volcanes sumamente cercanos, que engalanan la Ciudad de México y son considerados de los más altos del hemisferio, la leyenda les otorgó otro génesis. En verdad, hace unos buenos años atrás (tiempos pretéritos del mito, que no son los históricos), y bajo el esplendor Azteca, se pedía a distintos pueblos sometidos un tributo. En ese ambiente opresivo, los Tlaxtecas, grandes enemigos de los aztecas, decidieron luchar por su libertad. El cacique de este pueblo contaba con una hermosa hija llamada Iztaccíhuatl, que ya había visto con ojos amorosos al guerrero más apuesto de todos, Popocatépetl . Éste, sumamente enamorado de la princesa, le pidió la mano al cacique, la máxima autoridad. El magistrado, gustoso, le anunció que se la concedería cuando volviera de la batalla victorioso (algunos relatos añaden el componente truculento de volver triunfante con la cabeza del enemigo atravesada por la misma lanza).

El valiente aceptó y emprendió el camino hacia la batalla, sabiendo que la bella mujer lo esperaría ansiosa de vivir un gran amor. Con el paso del tiempo, un amante celoso del cariño que se profesaban   Popocatépetl e Iztaccíhuatl le indicó a la última que su pretendiente había muerto en plena conflagración. La princesa, sumamente apesadumbrada y sin saber que todo era mentira, murió de tristeza. Popocatépetl volvió a su pueblo, victorioso, pero descubrió la enorme noticia del fallecimiento de su amor.

Se dice que ante la enorme tristeza, el gran guerrero vagó, sin destino, por las calles durante un buen tiempo, hasta que decidió  llevar adelante algo para honrar a la princesa y que fuera recordada por siempre en la memoria de los pueblos.  Mandó a construir una tumba ante el Sol y amontonó unos diez cerros para formar una gran montaña. Popoca (forma abreviada) alzó el cuerpo de la joven, lo trasladó y lo dejó inerte sobre la cumbre. El guerrero le dio un beso, tomó una antorcha y se recostó para velar ante el sueño eterno de su amada. Desde aquel tiempo permanecieron juntos, uno frente al otro, cubiertos por la nieve y, finalmente, convertidos en dos volcanes (en otros relatos se menciona la magia de las deidades para que ocurra esta transformación, ante un espectáculo tan conmovedor).

Para finalizar el relato, se dice que como Popocatépetl sigue recordando a su amada, con una pasión que nunca se extingue, de vez en cuando se enciende y el volcán se convierte en una especie de fumarola.

Otras versiones de la Leyenda de los volcanes

Las mitologías, sin embargo, son relatos sumamente complejos, textos intrincados, con variaciones, nodos, puntos en común y divergencias de toda clase. Popocatépetl e Iztaccíhuatl no son, naturalmente, una excepción, por lo que partes de sus relatos muchas veces son modificadas. A continuación desarrollaremos los cambios más sustantivos.

  • Una variación en el accionar del padre de la princesa: en el relato medular, vimos que el cacique del pueblo aceptaba con gusto la petición de mano del guerrero; sin embargo, existe una variación en donde Tezozómoc, padre de Iztaccíhuatl, no quería eso, por tal motivo envía a Popoca a la expedición guerrera, considerando que era imposible salir victorioso. En el devenir, inventa (no queda claro si es parte de su autoría) que murió el muchacho y su hija, apesadumbrada, feneció. Popocatépetl había resultado triunfador en la guerra, pero finalmente ante la noticia de la muerte de su amada, muere también de tristeza. Los dioses se conmueven y convierten a ambos en montañas.
  • Un relato relacionado con el anterior: siguiendo con la negativa del padre, Tezozómoc, en una variación del mito, quería que su hija fuese sacrificada, ya que era la más bella de todas. Ante el idilio amoroso con el guerrero, el cacique aprovecha a llevar adelante sus planes al enviar a Popoca a la batalla. El hechicero del cacique, por su parte, intentó convertirla en un volcán, haciéndola dar vueltas, dejándola dormida y cubierta de hielo. A la vuelta, el amado se percató de la situación y pidió a los dioses que protegieran a su princesa, por lo cual finalmente la transformación en volcán. Él, totalmente decidido, se hechizó y también se convirtió en volcán, otro nevado que custodia de cerca a su prometida.
  • Amor y tragedia: en otro relato, Iztaccíhuatl iba a ser sacrificada para la obtención de mejores cosechas, pero Popoca no podía permitirlo por el gran amor que le profesaba. Ambos intentaron huir de su pueblo, pero los guardias hirieron fatalmente a la doncella con sus flechas. El guerrero siguió trasladándola, hasta que se encontraron lejos: ahí la recostó sobre un campo, jurándole que la cuidaría por siempre y que esperaría hasta que ella despertara de su sueño para seguir viviendo su idilio amoroso. Pasó tanto tiempo que los campos y la nieve cubrieron a ambos.
  • La versión azteca: Es básicamente la historia inicial del relato, pero los protagonistas no son de una civilización sometida a los aztecas, sino estos mismos.