Saltar al contenido

15 Cuentos y Leyendas de Honduras más destacadas

Parte de lo que es una nación, su sabiduría e identidad, lo construyen la leyendas, esa suerte de relatos de gran componente oral que se transmite de generación en generación. A continuación, en sintonía, presentamos los mejores 15 cuentos y leyendas de Honduras para compartir. 

Las 15 leyendas y cuentos de Honduras más polulares

La Llorona

 

Este es uno de los relatos más conocidos, porque en verdad se repite en distintos países de habla hispana con minúsculas discrepancias. La Llorona tiene la escalofriante figura de una mujer vestida de blanco, delgada, con rostro cadavérico y una larga cabellera negra, que suele asustar a las personas en lugares solitarios como quebradas, cercanías a ríos o caminos desamparados. Sus carcajadas pueden volver locas a los individuos que se cruza, además de su llanto profundo y desgarrador, siempre preguntándose dónde están sus hijos.

En Honduras se cree que esta mujer era la madre de tres niños, asiduamente golpeada por un marido borracho que llegaba todas las noches en condiciones deplorables. Se cuenta que un día ella se cansó de vivir semejante maltrato y enfrentó a su esposo. Este, sin consideración alguna, la arrojó y la dejó inconsciente. Para cuando la muchacha se despertó sus niños ya no estaban. Pasaron días, meses y años, pero los niños nunca más aparecieron. La mujer terminó muriendo sola de tristeza, siendo su alma en pena la que sigue buscando a sus pequeños, gritando y llorando.

Otro relato de Honduras menciona que en realidad la Llorona era una linda mujer que concibió un hijo fuera de una relación y abortó. En una situación de extrema culpabilidad escuchaba al niño llorar, casi como castigo de Dios. Un tormento que siguió hasta más allá de su muerte inclusive.

La mujer chancha

En realidad esta no es tanto una historia de miedo, sino que muestra como un relato normal sí se puede convertir en algo fantástico. En Trujillo había una mujer, proveniente del popular barrio Cristales y de etnia garifuna, que no tenía un lugar donde realizar sus necesidades fisiológicas y para hacerlo iba todos los días debajo del puente Cristales. Cuando ella se iba, con mucha exactitud, después de unos minutos, llegaba una chancha que terminaba comiendo las heces de la muchacha. Como la historia se regó en todo el país, un grupo de personas fueron a ver a la mujer chancha: lo que encontraron, nuevamente, fue la efectiva cerda, el simple animal, comiendo la materia fecal, por tal motivo la maltrataron con piedras y palos. La criatura de cuatro patas ya casi no podía caminar de tantos golpes.

Por esas casualidades de la vida, la mujer fue el mismo día a realizar sus necesidades, con tal mala suerte que se cayó, se propinó terrible golpe y quedó fracturada. Estaba tan dañada, similar a como estaba la chancha, que efectivamente muchas personas pensaron que eran la misma persona. Hoy en Trujillo, Honduras, continúan con semejante creencia.

La cueva de Sisimite

La Cueva del Sisimite se encuentra en la comunidad de San Ignacio. Según los antiguos pobladores este sitio era habitado por un hombre o una especie de gigante que se comía a los niños. Es que cercano a la cueva había un tranquilo pueblo en el que, para desesperación de las madres y sin hallar ninguna explicación, fueron desapareciendo cada uno de los bebés.

Sin embargo, una madre decidió investigar. Confeccionó un bebe falso hecho de cenizas, lo abrigó y lo colocó en una hamaca. Luego de un tiempo, la falsa criatura ya no estaba. Eso era justamente lo que anhelaba la madre, ya que le había hecho una abertura al bebé para que la ceniza cayera y marcara un sendero. El pueblo se enteró y siguió, junto a la astuta muchacha, el rastro, lo que los llevó a una cueva en lo más alto de la aldea. Esperaron en el sitio, hasta que vieron salir una extraña criatura nunca vista. Era un ser alto, delgado, con los pies deformes mirando hacia atrás. Los pobladores dijeron, aterrados, que era el Sisimite e intentaron prenderlo fuego. El ser extraño no murió, ya que terminó escapando por la parte de arriba de la cueva. Se dice que en simples pasos llegó a las comunidades vecinas; así de grande era.

El pueblo finalmente sin la criatura volvió a la tranquilidad, pero totalmente trastornado ya que nunca aparecieron los bebés de nuevo. Hoy la cueva aún existe.

El duende de Trujillo

De este duende se menciona que era un dulce ángel, expulsado del cielo porque precisamente agradaba demasiado de las mujeres (era un ser lúbrico). Cuando cayó en la tierra se convirtió en un duende: un pequeño hombre orejón, barrigón, con la cabeza siempre tapada por su sombrero gigante y algo deforme en las proporciones de su cuerpo. Dicen que se robaba a las mujeres que le eran apetecibles, por eso hoy, cuando a una muchacha le parece vislumbrar un ser  similar, debe anunciar la siguiente fórmula para espantar a la criatura: «recuerda la música del cielo». Asimismo, el duende suele amedrentar a la mujer lanzando cosas a su ventana. Cuando el duende se hace de ellas, nunca más se tienen noticias de las pobres muchachas,

La Sucia

Al igual que en el caso de la Llorona, la Sucia también es una historia con múltiples versiones según el país que la acoja. De hecho, en otras naciones se la conoce como la Sinaguaba. La historia versa de una muchacha muy bonita que vivía con sus padres y ayudaba en múltiples menesteres del hogar, como lavar la ropa en el río. Con tan solo 15 años un joven trabajador se enamoró de ella y fue a pedir la mano de la muchacha. Los padres aceptaron porque era un grandioso partido; sin embargo, llegado el día de la boda, el cura no quiso realizar la misma porque ella no estaba bautizada. Las suplicas de los padres hacia el sacerdote poco valieron, en el altar, para que en el mismo acto cumpliera con ambos sacramentos.

La muchacha ante semejante situación cayó en una profunda tristeza, lo cual empeoró cuando el mismo muchacho la abandonó. Iba a todos lados con el vestido de novia, cuando recibió la noticia que su hombre se casaría con otra mujer. En ese instante, una locura arrebató su ser, comenzó a gritar, se acercó a un acantilado y se arrojó, muriendo al instante. Desde entonces, se dice, el espíritu de la muchacha vaga errante en búsqueda de un enamorado. Aunque suele espantar a cualquier persona, es normal que se aparezca a los rufianes y borrachos de la noche con su vestido blanco en las cercanías de ríos y riachuelos. El espectro los seduce con la forma de una mujer bonita o incluso la silueta de la amada del hombre de turno, pero al momento de acercarse a ella se convierte en un ser espantoso, volviendo loca a toda persona que la vea.

El comelenguas

En una época los dueños de fincas hondureños comenzaron a quejarse por la pérdida de ganado vacuno. Las vacas yacían muertas, como si hubieran recibido un gran ataque; pero lo curioso era que exhibían las quijadas partidas y sin las lenguas, totalmente éstas arrancadas de cuajo. Para muchas personas, aunque no se tiene pruebas certeras, se trata de los comelenguas, criaturas aborrecibles y raras, tanto que parecen prehistóricos.

El lagarto de oto

Esta es una historia de Trujillo y que se ha extendido prácticamente a todos los rincones de Honduras. En una misteriosa cueva, cuenta la historia, habitaba un hermoso lagarto de oro, el cual perseguía a las vacas que vivían en los alrededores pastando. Una criatura casi fantástica que se encontraba en el interior de una cueva rupestre y que lanzaba alaridos extraños que asustaban a cualquier persona que intentara acercarse.

El cadejo blanco

Este es un perro mítico propio de distintos países y Honduras, en ese sentido, no es la excepción. La criatura se aparece a las personas que deambulan a altas horas de la noche y tiene dos formas: una blanca, que es buena; y la negra, que es malvada. El perro negro está asociado con el mal, persiguiendo a las personas que andan beodas saliendo de las fiestas, cantinas, juegos de azar o carnavales. El perro blanco protege a esa personas que surcan los caminos de noche, pero sobre todo aquellas que no están inmiscuidas en ningún tipo de vicio.

El pueblo maldito (la historia del bulero)

En la cantina del pueblo, en donde se acumulaba una buena cantidad de borrachos, se acostumbraba a jugar partidas de naipes, entre sus protagonistas recurrentes la esposa del alcalde. Ese día el contrincante de la muchacha fue un bulero, una persona humilde acostumbrada a vender bulas y a quien le gustaban los juegos cuando culminaba su jornada laboral. En medio de la partida, la mujer gritó que había ganado y el bulero, lleno de ira, atinó a propinarle una bofetada. Todos a su alrededor estaban enojados porque se había atrevido a golpear a la mujer del alcalde. Ante semejante situación, el bulero corrió despavorido en búsqueda de un refugio. Atinó inmiscuirse en la iglesia de La Merced, tapándose con un mantel en el altar, lo cual, de todos modos, no impidió que la muchedumbre enardecida ingresara al santo lugar.

Los frailes del sitio, al ver el espectáculo, se ofrecieron a llevar al bulero, ya que no querían vislumbrar mancillado el templo. La masa enojada no hizo caso, destruyendo todo en el camino con palos y piedras. De hecho, una de estas realizó, proyectada, una hendidura en el rostro de la Virgen de Las Mercedes. Finalmente, capturaron al hombre, lo sacaron a patadas del templo, lo llevaron a la plaza mayor, lo decapitaron y frieron su cabeza en una olla con aceite caliente. Ante el dantesco hecho y sumamente horrorizados, los frailes maldijeron al pueblo hasta la quinta generación y sacudiéndose el polvo de sotanas y sandalias, para no llevarse nada de esa tierra maldita, se dirigieron a Guatemala.

Bajo la maldición el pueblo sufrió pestes desconocidas, enfermedades de todo tipo y hasta terremotos. Todo culminó cuando sacerdotes de otra localidad se enteraron de la desgracia de la gente. Un prelado, Manuel de Jesús Subirana, liberó al pueblo de semejantes horrores, pero estos debían cumplir con una condición: exhumar los cadáveres de las personas muertas luego del terrible acontecimiento y quemarlos en hogueras. Los lugareños hicieron caso y se supone, que al día de hoy, las consecuencias negativas de las tropelías de entonces se terminaron. Para otros no, porque el sitio sigue teniendo un bajo índice de desarrollo humano.

El Cristo de Santa Lucía

Esta es una historia compartida por los pueblos de Cedros y Santa Lucía. Los habitantes de ambos sitios se percataron que sus Cristos estaban intercambiados, por tal motivo decidieron regresar a cada cual a su lugar de origen. Ambas poblaciones, por lo tanto, salieron en dirección a Tegucigalpa, en donde se intercambiarían las figuras; pero los de Santa Lucia no pudieron llegar porque misteriosamente su Cristo comenzó a ponerse muy pesado, en una zona llamada La Travesía, no pudiéndolo cargar más en esa dirección. Por tal motivo, comprendiendo todo como una señal divina, la imagen regresó a la iglesia de Santa Lucía.

La piedra del malo

Esta es una piedra aparentemente normal, pero es llamada así porque hay muchas huellas plasmadas en su superficie, unas que todos aseguran que son la del mismo demonio. Los lugareños dicen que fue marcada por esta malvada criatura la piedra hace miles de años, cuando se convirtió en un ser maligno que perdió la gracia de Dios y fue arrojado por el gran Padre Celeste hasta la misma Honduras, cayendo en esa formación rocosa exacta y dejando la marca de sus manos y rodillas.

El cerro brujo

La leyenda en esta ocasión se ambienta en una montaña de tamaño menor, cerca de la ciudad de Tegucigalpa. Según un registro eminentemente oral, en la cima del lugar se esperaba hace un tiempo la construcción de una gran residencia. Esto, finalmente, no se llevó a cabo porque un hombre gigantesco se apareció mientras los trabajadores realizaban su labor. Para muchos, en una continuación de relatos, podría haber sido el mismo Sisimite. Lo cierto es que la obra se detuvo totalmente y el lugar fue bautizado como cerro brujo.

Los cíclopes

De acuerdo a los pueblos originarios de la selva misquita existe un ser semejante a los famosos cíclopes (antropólogos han encontrado en sus relatos semejante figura fantástica). Una de las tantas historias versa sobre un indio llamado Julián Velázquez, que no quería ser bautizado. Él vivía cerca de la laguna Seca, pero se dirigió hasta la costa atlántica en compañía de un brujo. Allí encontró a una tribu de antropófagos que poseía un solo ojo. Se dice que el indio fue capturado y hecho prisionero con otras personas para ser comidos. Julián logró escapar de tales infames ciclópes, de los cuales nunca más se ha escuchado hablar.

El gritón

En una noche tranquila de repente el silencio de las montañas se ve interrumpido por el furioso chillido de El Gritón. Nadie sabe bien qué pasa o que anhela semejante criatura paranormal. Muchos campesinos del Valle de Sula y Trujillo lo han escuchado, pero no lo han visto nunca, además dicen que ningún animal emite un sonido similar. Para muchos se trata del demonio; para otros de espíritus errantes que han muerto en los distintos caminos que surcan a Honduras.

El Timbo

Esta es una espeluznante bestia con el hábito polémico de profanar tumbas. Pues merodea los cementerios, exhuma los cadáveres y se los devora. El Timbo, por lo tanto, es temido y odiado, ya que causa pánico pero también se lo aborrece al no dejar descansar en paz a las personas fenecidas. Es una suerte de perro, con un hocico algo más pronunciado, un vientre abultado, pelaje rojizo y con el curioso rasgo de ser bípedo. Sus brazos, de todos modos, eran tan fuertes, con garras, que podían arrancar malezas y sacar de un tirón a los muertos de sus lechos eternos.